Jornada martes 10/08

Un testigo admitió que militó en Montoneros y reveló el nombre de otro desaparecido



El juicio en el que intenta esclarecerse la desaparición forzada de personas en San Rafael ante el Tribunal Oral Federal Nro. 2 durante la dictadura militar sigue deparando sorpresas.

Esta vez, la noticia la dio un hermano de José Guillermo Sandobal, quien reveló que hay otro desaparecido que hasta ahora no estaba en ninguna lista: su primo Hugo, un soldado conscripto cuyo destino tampoco se conoce desde los años 70.

Previamente, declaró la hermana de otro desaparecido, Rosa Berón, quien relató que cuando allanaron su casa, antes del golpe, buscando a sus hermanos, “en el pasillo, de ambos lados, salieron policías y militares apuntándome con armas largas. Me pareció que eran muchos, como cinco o seis de cada lado del pasillo. No sé en qué momento cuando estábamos durmiendo ellos entraron. A mi hermano Luis, lo traían. Los llevaron, y al más chico, tenía el pelo largo”.

“Después han ido otras veces a la casa. Mi papá estaba sentado en el patio, revolvieron todo, las cajas de fotos de familia. Las caras no las recuerdo, porque ellos eran personas jóvenes y con uniforme”.

Dijo que la “la última vez que lo vi a mi hermano fue en la casa de mi mamá. Cuando empezaba el mes de setiembre, que lo tenían en bomberos. Fui a verlo y me dijeron que lo habían trasladado a la calle Castelli. Estaba la bodega, pero ahí no fui. Después supe, por boca de mis padres, cuando papá le había ido a llevar la cena, que le dijeron que se la llevara, que le iban dar la libertad a la noche”, no lo vieron nunca más.

Cuando le tocó el turno a Pedro Sandobal, su monólogo duró casi diez minutos, y lo más importante que relató fue lo siguiente:

“A nosotros nos allanaron la casa el 24 o 25 de marzo de 1976, donde estábamos con toda mi familia, un hermano menor. Llegaron a las dos de la mañana, golpearon la puerta. Se levantó mi padre y nosotros, pero cuando no nos alcanzamos a dar vuelta, teníamos toda la casa llena de militares”.

“El (si se le puede decir) señor Suárez comandaba el operativo, y el más chico le dice: no, no vive acá. Yo creía que me iban a detener a mí. Me agarra el señor Suárez, saca la pistola o revólver y empezó a jugar con ella en mi cabeza y me tuvo, no sé si fueron diez minutos o dos horas, para mí fue una eternidad”, relató.

“Y este señor me dice: pueda ser que tu hermano no se haga el loco porque lo quiero matar yo. Yo lo quiero matar con esta arma. Porque si no, los vamos a matar a los dos. Y vos no te hagás el loco, que al último de tu familia que voy a matar vas a ser vos. No mirés para ningún costado, y tenía que estar mirando para abajo”, dijo Sandobal pare señalar luego que para él, Suárez mató a su hermano.

Sandobal admitió que era peronista y militaba en Montoneros, "porque realmente el militante era yo, empecé a militar a los 18 años. Mi hermano me acompañaba, lo que pasa es que era mi hermano mayor, y me acompañaba a algún acto, pero no era tan metido en la política. Al otro día mi madre me comunica que mi hermano había sido detenido, que lo ataron con alambre en los pies y las manos y lo tiraron como un perro arriba del camión. Entonces dije yo: este hijo de mil puta lo va a matar a mi hermano”.

“Cuando a mí me dicen que desaparece mi primo yo dije: a mi hermano lo mataron. Nunca se lo quise confesar a mi mamá. Mi familia nunca se enteró de mi boca, pero en este juicio se van enterando de todo porque yo me lo guardé para mí. Yo creo que mi hermano se la jugó por mí, para que a mí no me mataran. Estos señores no tienen alma. Yo no lo niego, fui del PJ, estaba en la línea de los Montoneros, pero acá en San Rafael ¿qué mal hicimos? Ir a una villa a llevar zapatillas, a arreglar un techo”, señaló.

“En el año 72, conocía Fagetti y a todos esos muchachos, yo siento la muete de ellos porque eran buena gente. Yo cuando empecé a militar, todos los días a la una y cuarto pasaba por Massa y Sargento Cabral y decía: qué necesitan, te faltan remedios. Eso era lo malo que hacíamos. Porque este señor decía recién que éramos zurdos, montoneros, que nosotros éramos revoltosos. Eso lo que yo recuerdo y lo voy a llevar hasta la tumba, que me ha ido a ver la psicóloga y me ha dicho que no es culpa mía, pero para mí, a mi hermano por mí. Y más el sufrimiento. Porque me dijo Suárez te voy a matar a tu hermano mayor, después al otro hermano, y vos si te hacés el loco.”

Por su parte, Jorge Berón recordó que cuando lo detuvieron “yo sólo tenía 17 años y me buscaban a mí siendo que yo era un pibe que todavía andaba con una gomera en el bolsillo, y jugaba a las figuritas. ¿Qué arma me podían encontrar a mí?”

“Cuando me llevaron a Infantería me golpeaban y me puteaban: tirabombas hijo de puta, me decían. Y me preguntaban si era guardaespaldas de Susana Sanz”.

“Le dije a mi señora antes de venir si podía decirles a ustedes, señores jueces lo siguiente. A mí me torturaron, me golpearon de todos lados, me pusieron picana en los dientes y me mataron los nervios, por eso no siento cuando se me cae una pieza dental o cuando tengo una caries, tengo cicatrices en la pera que no sé de qué golpes son, sólo mi hermano me recuerda que me veía con la boca sangrando, entonces, les digo, sólo les faltó que me bajaran los pantalones y me violaran”.

“Yo no podía concebir que pudiera haber tanta maldad en un ser humano, tanta saña contenida adentro”, dijo llorando Berón, en el momento en que Mariano Tripiana y otros asistentes al juicio se quebraron y salieron llorando de la sala.

“Hoy, con 51 años, no quería venir a declarar porque no quiero recordar lo que pasó. Nunca les conté a mis hijos lo que me hicieron los policías. El 80% de mis amigos son policías. Y no quiero que ellos sepan lo que me pasó para que no tengan rencor ni odio. Solo saben que estuve preso, pero no lo que me hicieron”, continuó Berón.

Y agregó: “me pegaban un golpe en el estómago y yo para respirar, abría la boca, ahí aprovechaban para meterme una alambre con corriente en las encías. En Infantería nos hacían saltar el alambre, y después supe que sólo era una tortura psicológica, que todo era nada más que una playa de estacionamiento.”

“Cuando volví a Infantería, después de las torturas a las que me llevaban a Cuadro Nacional, me tiraron por la puerta de una pieza, y caí sobre un soldado que ya habíamos hecho relación. Pero estaba tan tenso que hasta que oí su voz, no pude relajarme. Cuando lo hice, me desmayé”.

Además, recordó que casi por milagro está con vida, porque “cuando a un soldado se le escapó un tiro, yo estaba boca abajo, y la bala pasó apenas sobre mi cabeza y quedó incrustada en la pared. Me pusieron por varias horas con las manos en la cabeza, con los dedos entrelazados. Fue mucho tiempo, porque cuando quise soltarlas manos, la piel se había llenado de llagas y se me pegó la piel de una mano contra la de los otros dedos”.