Jornada lunes 2/8

El resumen de la jornada de ayer, primera del mes de agosto según El Sol


“Tomamos conciencia de que algo andaba mal a partir de Tripiana”

Tres testigos, dos de ellos figuraban en los planes de los magistrados, mientras que el tercero fue pedido por la querella. Sus relatos fueron escuchados ayer por los jueces que llevan adelante el juicio por delitos de lesa humanidad en San Rafael. Los primeros en hablar fueron Josefina Margarita González, esposa del desaparecido Roberto Osorio, y Alfredo Rafael Porras, ex juez de la Suprema Corte y ex ministro de Gobierno durante la gestión de Rodolfo Gabrielli. El testigo de la querella fue Carmen Torres, empleada del hospital Schestakow, quien fue mencionada como conocedora de un lugar donde tiraron cuerpos, pero negó todo. Tanto González como Porras nombraron a José Mussere y a Aníbal Guevara, complicando aún más la situación de ambos.

EL ABOGADO. Alfredo Rafael Porras llevaba tres años como abogado cuando el 24 de marzo de 1976 un grupo de militares y policías se presentó en la finca donde vivía, junto a su esposa, embarazada de seis meses. Luego de labrar un acta, un oficial del Ejército le comunicó que quedaba a disposición de las Fuerzas Armadas. Porras comenzaría un camino que lo mantuvo 14 meses encerrado. El primer sitio fue la sede de Infantería de San Rafael, donde estuvo dos días encerrado junto a Francisco Tripiana, quien está desaparecido, al igual que Roberto Osorio, Pascual Sandoval y José Berón, los cuatro casos que motivan el juicio. También estaba detenido un dirigente del Partido Comunista llamado Roberto López. Según explicó Porras, durante la noche que estuvo en Infantería, un grupo de uniformados preguntó por Osorio y lo sacaron de la celda, minutos después vinieron por él y juntos fueron encerrados en un garage abierto, custodiado. En mitad de la noche, nuevamente lo llamaron a Osorio y lo sacaron del lugar en el que estaba junto a Porras. Fue la última vez que el testigo vio a Osorio, ya que, supuestamente, fue trasladado al centro de detención conocido como Casa Departamental, donde su ingreso figura a las 2.20 y su egreso a las 2.35. Cuando amaneció, Porras fue devuelto con sus compañeros y, luego, fueron todos trasladados a la Casa Departamental, donde el testigo compartió celda con Tripiana, López y el ex gobernador José Martínez Baca. Según Porras, no fue sometido a torturas, aunque pudo observar cómo llegaban detenidos políticos con indudables marcas de haber sufrido los castigos de militares. Así confirmó el testimonio dado por Luis Barahona, quien acusó a Mussere de haberlo golpeado y de luego haber sido torturado en la Municipalidad de San Rafael. Según Porras, cuando Barahona llegó a la Casa Departamental tenía marcas en el cuerpo, y su cabello parecía haber sido arrancado. Agregó que todas las noches, el mayor Luis Suárez, quien estaba a cargo del Ejército en San Rafael, insultaba a los detenidos. Porras mencionó a Mussere como uno de los miembros de la custodia de Suárez y afirmó que siempre que el militar iba a la Casa Departamental formaba parte de la comitiva. Incluso, dijo que quien comandó su traslado a Mendoza fue Mussere. Según las conjeturas de Porras, los imputados Guevara y Mussere, junto a Suárez, un suboficial de apellido Alonso y un policía ya fallecido, Daniel López, formaban un grupo de tareas. Aseguró que lo incluía a Guevara, no por haberlo visto durante su encierro, sino porque era el nexo con los familiares de los detenidos. Previamente a su traslado a Mendoza y luego a la Unidad 9 de La Plata, Porras compartió las últimas horas de vida de Tripiana, antes de que este engrosara, igual que Osorio, la lista de los desaparecidos. Según Porras, una noche, a Tripiana le dijeron que quedaba en libertad y lo llevaron a un salón donde le hicieron firmar un papel. Desde la mirilla de la puerta de la celda, logró ver a Tripiana, que, muy serio, miraba hacia donde estaban sus compañeros de celda y escuchaba al médico, Cristóbal Ruiz Pozo preguntarle: “Negrito, ¿estás bien?”, sin siquiera revisarlo. Al otro día, cuando la familia de Tripiana le llevó comida, sus ex compañeros de encierro se enteraron de que el supuesto liberado no había llegado a su casa. “Tomamos conciencia de que las cosas estaban mal a partir de Tripiana”, explicó Porras y agregó que los tomó por sorpresa, porque la víctima era un militante humilde, que nada podía tener que ver con grupos guerrilleros, los cuales, además, afirmó que nunca habían existido en San Rafael, ni antes ni durante la dictadura. “Era como una puesta en escena, hicieron como una especie de obra de teatro, le hablaban fuerte para que todos escucháramos que lo dejaban libre. Tripiana estaba muy serio, como presintiendo que algo estaba mal”, afirmó Porras. Según explicó el testigo, que durante la democracia fue juez de la Suprema Corte durante año y medio, para luego convertirse en ministro de Gobierno con Gabrielli, una vez en libertad se contactó con un sindicalista, Telmo Zapata, que fue liberado la misma noche que Tripiana. Zapata le aseguró que fueron conducidos todos los liberados en un celular policial y que a Tripiana lo dejaron para el final del recorrido. El calvario de Porras duró un año y dos meses. Fue liberado en La Plata, junto a Barahona. El viaje hasta La Plata lo compartió, entre otros, con Ángel Bustelo y Antonio Di Benedetto y, según Porras, el primero fue golpeado.

LA ESPOSA. También declaró Josefina González, la esposa de Osorio. La mujer explicó, en un testimonio varias veces interrumpido por su llanto, que fue detenida la madrugada del 24, junto a su marido, y trasladados ambos a Infantería, de donde ella fue llevada a la Casa Departamental y, finalmente, a la Cárcel de Encausados, en la que estuvo casi dos meses. La noche de la detención, los dos se encontraban con su hijo de un año en la casa de los padres de ella, cuando apareció un grupo de soldados que puso a Osorio y al padre de la mujer contra la pared. Los uniformados comenzaron a pegarles e insultarlos. Se lo llevaron a él y a su mujer y sólo ella apareció. Tras su liberación, González explicó que tanto su papá como la mamá de Osorio lo buscaron y que un militar les dijo que no preguntaran más, “porque si uno desapareció, podía desaparecer toda una familia”. En una de las tantas averiguaciones y pedidos a Suárez, se encontraban con Guevara y Mussere. La mujer dijo que le llegaron rumores de que el cuerpo de su marido había sido encontrado camino a Mendoza y que aún vive con mucho temor, por eso, ante una pregunta del tribunal, alegó que espera “nunca más” vivir algo similar.